martes, 22 de marzo de 2016

Una interesante relación entre dos temas distantes


¿Cuál es la relación entre una simple consumidora de droga y el descenso notable de la criminalidad en todo un país como EEUU?  La problemática inicial era la siguiente:

En términos generales los índices de criminalidad y delito a principios de los noventa en EEUU no paraban de subir y las previsiones a futuro eran muy desalentadoras. El culpable era el crimen. Así lo afirmaban todos los expertos, criminólogos, analistas, todos concordaban en su visión a futuro del tema:

Sabemos que tenemos alrededor de seis años para solucionar el problema de la delincuencia juvenil —declaró el presidente Clinton—, o el país se vería inmerso en el caos y la gente deberá aprender a sobrevivir en las calles de nuestras ciudades.

Y entonces, repentinamente, en lugar de seguir aumentando la criminalidad comenzó a descender. A descender y descender y descender aún más. La caída resultó sorprendente en varios sentidos: era omnipresente, las actividades criminales, en todas sus categorías, disminuían a lo largo y ancho del país; era constante, con descensos cada vez mayores año tras año; y completamente imprevista, sobre todo para los grandes expertos que venían prediciendo lo contrario en la prensa escrita y televisada.


La magnitud del cambio resultaba increíble. El índice de asesinato adolescente, en lugar de aumentar el 100% o incluso el 15% como habían advertido varios "expertos (), cayó más del 50% en cinco años. En 2000, el índice de asesinatos en Estados Unidos había descendido al menor nivel en treinta y cinco años. También lo hicieron los índices de todos los tipos de actos criminales restantes, desde las agresiones hasta los robos de coches.

Cuando se estableció la calma, cuando la gente recordó cómo seguir con sus vidas sin el apremiante miedo al crimen, surgió una pregunta lógica: ¿a donde fueron todos esos criminales?

Aun cuando los expertos no habían anticipado el descenso de la criminalidad —que, de hecho, ya se estaba produciendo cuando realizaron sus espeluznantes predicciones—, ahora se apresuraban a explicarla, () y producían una serie de hipótesis para explicar la caída del crimen. 

 La mayor parte de sus teorías resultaban perfectamente lógicas. La economía emergente de los noventa, argumentaban, ayudó a hacer retroceder el crimen. Fue la proliferación de las leyes para el control de las armas, decían. Era el tipo de estrategias policiales innovadoras que se aplicaron en la ciudad de Nueva York, donde los asesinatos descendieron de 2.245 en 1990 a 596 en 2003.



A continuación, clasificadas según frecuencia de mención, aparecen las explicaciones al descenso de la criminalidad citadas en artículos publicados entre 1991 y 2001 en los diez periódicos de mayor difusión, extraídos de la base de datos de LexisNexis: 


Estas teorías además resultaban alentadoras, porque atribuían el descenso de la criminalidad a iniciativas humanas específicas y recientes. Si lo que había acabado con el crimen era el control de armas y las estrategias policiales inteligentes, bueno, entonces el poder de detener a los criminales siempre se había hallado a nuestro alcance. 


Estas teorías se abrieron paso, al parecer sin cuestionamiento alguno, desde las bocas de los expertos a los oídos de los periodistas y a la opinión pública. En breve pasaron a formar parte de la sabiduría convencional.

Sólo presentaban un problema: que no eran ciertas.  (Toca mencionar que el autor analiza estadísticamente cada una de las posibles causas arriba mencionadas para llegar a dicha conclusión)

Entretanto, existía otro factor que había contribuido enormemente al extraordinario descenso de la criminalidad en los noventa. Había tomado forma veinte años antes e implicaba a una joven de Dallas llamada Norma McCorvey.

Como la mariposa del proverbio que bate sus alas en un continente y finalmente provoca un huracán en otro, Norma McCorvey alteró de forma espectacular el curso de los acontecimientos sin pretender hacerlo.

Lo único que ella quería era abortar. Era una mujer de veintiún años, pobre, sin educación, no cualificada, alcohólica y consumidora de drogas, que ya había entregado a dos hijos en adopción y ahora, en 1970, se encontraba de nuevo embarazada. Pero en Texas, como en casi todos los estados del país en esa época, el aborto era ilegal.

La causa de McCorvey fue adoptada por gente mucho más poderosa que ella. La convirtieron en la litigante principal en una demanda colectiva por la legalización del aborto. El demandado era Henry Wade, fiscal del distrito del Condado de Dallas. El caso llegó finalmente al Tribunal Supremo de Estados Unidos; para entonces, el nombre de McCorvey había sido disfrazado como Jane Roe. El 2 de enero de 1973, el tribunal falló a favor de la señorita Roe, permitiendo así el aborto legalizado en todo el país.

Aunque entonces ya era demasiado tarde para que la señorita McCorvey/Roe abortase: había dado a luz y entregado al niño en adopción. (Años más tarde renunciaría a la causa de la legalización del aborto y se convertiría en una activista pro vida.)



En lo que respecta al crimen, resulta que no todos los niños nacen iguales. Ni mucho menos. Décadas de estudios han demostrado que un niño que nace en un entorno familiar adverso tiene muchas más probabilidades de convertirse en un delincuente. Y los millones de mujeres con mayores probabilidades de abortar tras el caso «Roe contra Wade» —madres pobres, solteras, adolescentes para quienes el aborto ilegal resultaba excesivamente costoso o inaccesible— con frecuencia constituían ese modelo de adversidad. Eran esas mujeres cuyos hijos, en caso de nacer, tendrían muchas más probabilidades que la media de convertirse en delincuentes. Pero como consecuencia del caso «Roe contra Wade», esos niños no nacían.

Esta causa poderosa tendría un efecto tan drástico como lejano: años más tarde, justo cuando esos niños que no nacieron habrían alcanzado la edad de convertirse en delincuentes, el índice de criminalidad comenzó a caer en picado.


Recordando un poco: A finales de los sesenta, varios estados comenzaron a permitir el aborto en circunstancias extremas como violación, incesto o peligro para la madre. En 1970, cinco estados habían declarado legal el aborto y lo habían hecho ampliamente accesible: Nueva York, California, Washington, Alaska y Hawai. El 22 de enero de 1973, la legalización del aborto se extendió repentinamente a todo el país gracias al fallo del Tribunal Supremo de Estados Unidos en el caso «Roe contra Wade». El veredicto por mayoría, redactado por el juez Harry Blackmun, se basaba especialmente en las dificultades de la madre potencial.


El perjuicio que el Estado ocasionaría a la mujer embarazada al denegar su elección resulta evidente… cuando una mujer no desea tener un hijo, generalmente cuenta con buenas razones para ello. Quizás esté soltera o su matrimonio no funcione. Tal vez considere que es demasiado pobre para criar a un hijo, o que su vida es excesivamente inestable o infeliz, o que su adicción a las drogas o el alcohol dañará la salud del bebé. Quizá piense que es demasiado joven o que aún no ha recibido la educación suficiente. Tal vez quiera tener un hijo, pero en unos años, no en ese momento. Existen mil razones para que sienta que no puede proporcionar un ambiente familiar apropiado para criar a un niño sano y productivo.


El primer año después del caso «Roe contra Wade», en Estados Unidos abortaron cerca de 750.000 mujeres (lo que representaba un aborto por cada 4 nacimientos). En 1980, el  número de abortos alcanzó la cifra de 1,6 millones (uno por cada 2,25 nacimientos), momento en que se estabilizó. En un país de 225 millones de habitantes, 1,6 millones de abortos al año —uno por cada 140 norteamericanos— quizá no pareciera una cifra tan espectacular. Aun así, 1,6 millones de mujeres estadounidenses al año quedaban embarazadas y no tenían sus hijos.


Antes de «Roe contra Wade», las mujeres que podían concertar y permitirse un aborto ilegal eran predominantemente las hijas de familias de clase media y alta. Ahora, en lugar de un procedimiento ilícito que podía costar quinientos dólares, cualquier mujer estaba en situación de abortar con facilidad, a menudo por menos de cien dólares.

¿Qué tipo de mujer tenía más probabilidades de beneficiarse del precedente creado por «Rose contra Wade»? Con frecuencia se trataba de mujeres solteras, adolescentes o pobres, y en ocasiones las tres cosas al mismo tiempo. ¿Qué tipo de futuro podría haber tenido su hijo? Según un estudio el hijo típico que no nació en los primeros años tras la legalización del aborto habría tenido un 50% más de probabilidades de vivir en la pobreza que la media; también un 60% más de crecer con un solo progenitor. Estos dos factores —la pobreza en la infancia y las familias monoparentales— se encuentran entre los principales factores que permiten predecir que un niño tendrá un futuro criminal. Crecer en una familia monoparental aproximadamente duplica la propensión de un niño a cometer un delito. Al igual que tener una madre adolescente. Otro estudio ha demostrado que entre los factores que conducen a la criminalidad, el más determinante es el bajo nivel educativo materno.

En otras palabras, la multitud de factores que llevó a millones de mujeres estadounidenses a abortar también parecía predecir que si aquellos hijos hubieran llegado a nacer, habrían llevado vidas infelices y muy probablemente se habrían convertido en criminales.


No cabe duda de que la legalización del aborto en Estados Unidos tuvo miles de consecuencias. El infanticidio disminuyó de manera radical. También lo hicieron los matrimonios «de penalti» y el número de niños entregados en adopción (lo que ha conducido a un auge de las adopciones de niños extranjeros). Las concepciones aumentaron casi un 30%, pero los nacimientos descendieron un 6%, lo cual indica que muchas mujeres utilizaban el aborto como método radical de control de la natalidad.


No obstante, tal vez el efecto más drástico de la legalización del aborto, y que tardaría años en salir a la luz, fue su impacto en la criminalidad. A principios de los noventa, cuando la primera generación de niños que nacieron tras «Roe contra Wade» dejaba atrás la adolescencia —la edad en que los hombres jóvenes se introducen en el mundo de la delincuencia— el índice de criminalidad comenzó a descender. Lo que faltaba en esta generación, por supuesto, eran los niños con mayores probabilidades de convertirse en delincuentes. Y el índice de criminalidad continuó descendiendo cuando toda una generación alcanzaba la mayoría de edad sin aquellos niños cuyas madres no habían querido traer un nuevo ser al mundo. La legalización del aborto supuso menos hijos no deseados, los hijos no deseados suponen un alto índice de criminalidad; por consiguiente, la legalización del aborto supone menos crímenes.

No fue el control de armas o un fuerte crecimiento económico o las nuevas estrategias policiales lo que finalmente atemperó la ola de crimen en Estados Unidos. Fue, entre otros factores, el hecho de que la fuente de criminales potenciales se había visto reducida de forma drástica.

Ahora bien, cuando los expertos en la caída de la criminalidad (antiguos catastrofistas) relataban sus teorías a los medios de comunicación, ¿cuántas veces citaron la legalización del aborto como una causa?


Ninguna.














Los extractos textuales de esta historia fueron tomados del libro de recomendada lectura del conocido economista Steve D. Levitt titulado "Freakonomics" (en el que un economista políticamente incorrecto explora el lado oscuro de lo que nos afecta, tal como él mismo lo describe)

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